jueves, 7 de abril de 2016

Los finales felices no existen

Buenos días queridos lectores. ¿Me echabais de menos? Disculpad este mes de inactividad, entre exámenes, viajes y vacaciones, la verdad es que no he tenido mucho tiempo para escribir. Pero ya estoy de vuelta, así que tendréis noticias de este loco más a menudo.
Pues bien, hoy vengo a hablaros de algo especial. No, no me ha tocado la lotería, o al menos no en cierto modo, pero ese es otro tema. Tal vez el título os desconcierte un poco, pues podría dar una idea equivocada de lo que realmente quiero expresar. Sinceramente, os cuento esto porque me siento bien, porque soy feliz, y tengo esa motivación que me faltó durante tanto tiempo. Y, como bien dice el título, yo soy de los que creen que los finales felices no existen. No, no soy pesimista, o al menos no tanto. Es simple, yo creo que las historias felices no tienen final. Podrá sonar absurdo, y tal vez tengáis razón. Mucha gente me dice que despierte, que baje de mi nube, que la realidad es otra. ¿Por qué? Millones de personas creen en dioses que nunca han visto, en cosas que ni si quiera ellos son capaces de explicar. ¿A caso no puedo yo creer en algo tan simple como en mi mismo? La verdad es que no debo darle demasiada importancia a esto, nunca tuve muy en cuenta lo que la gente pensase de mi, creo que unos cuantos desconocidos no merecen poseer ese criterio sobre mi persona. Prefiero apoyarme en la opinión y crítica de mis seres queridos. Y, como bien digo, sigo creyendo que las historias felices no tienen final, que nunca acaban. Porque, de un modo u otro, esas historias, aunque parezca que se hayan desvanecido, nunca se irán del todo, nunca terminarán, no mientras sean felices, porque nuestro cerebro acude a esa felicidad a menudo. Es como cuando fallece un ser querido, que nunca se va del todo. Todos tenemos muy presentes a nuestros abuelos, padres, madres, hermanos, hermanas... Que ya no están entre nosotros, pero están con nosotros, porque nadie muere si alguien le sigue queriendo y recordando. Que los finales son solo para las cosas malas, que lo que de verdad importa nunca termina, nunca se va, al menos no del todo. Por eso soy de los que creen que los finales felices no existen, porque las buenas historias nunca terminan.