sábado, 15 de julio de 2017

Quién soy 1: El año maldito

Todo empezó en 2010, o como lo llamo yo a veces, el año maldito. Maldije aquel año por varios motivos. El primero y peor de todos fue, el incidente. Ni si quiera me acuerdo si fue aquel año, pero es algo de lo que me arrepentiré el resto de mi vida. Creo que nunca hablé de ello, tal vez a una persona, pero es algo que prefiero no recordar. En junio de ese maldito año, murió mi abuela, algo que me llevó tres dolorosos años asumir. Pero, desgraciadamente, la pesadilla no había hecho más que comenzar. En septiembre empezaría el instituto, sí, el mismo instituto que tantas veces he aborrecido y del que me ha costado siete largos años salir. Tenía asumido que no sería fácil, y efectivamente, fue una mierda. Si ya en el colegio me sentía solo, allí mucho más. Todo el mundo era mayor que yo, había grupos de gente, de amigos... Quizá era pronto para decir que yo tenía alguno. Si es verdad que había gente con la que me llevaba bien, pero no era lo mismo. Dejé de celebrar mis cumpleaños, no me sentía cómodo desde hacía tiempo con ello. Cumplir años, sin tener nada que celebrar. En el fondo entendía que tuviese que estar solo, pues yo mismo me consideraba raro de aquel entonces. Si bien lo normal (no sabéis cuánto odio esa palabra) era que la gente de mi edad jugase al fútbol y hablase de videojuegos, a mi me gustaba más la lectura, y no encontraba nadie con quien compartir aficiones. Por si fuese poco ese año empecé a descubrir mi sexualidad y explorar mi cuerpo. Me empecé a masturbar (parece algo fuera de lo común, y no entiendo por qué sigue siendo un tema tabú) y me di cuenta que a mi realmente me excitaban los hombres. En esa época sentía que estaba confundido, aunque efectivamente no lo estaba, era homosexual, me gustase o no. Tenía mucho miedo, pues sabía perfectamente que la gente no lo vería bien, ya que los chicos de mi edad siempre hablaban de que tenías que fijarte en las chicas etc. Pasé años ocultando mi verdadera personalidad, por miedo, pánico a que pudiese pasarme algo más grave que ser rechazado. Y llegamos al final de este fatídico año, con una desgracia más. Mi tío, el padrino de mi hermana y al que yo tenía de referente como si fuese mi abuelo, llevaba meses enfermo, y a finales de diciembre, murió. No me sorprendió tanto como la muerte de mi abuela, pues la suya fue repentina mientras que la de mi tío se veía venir. Pero dolió igual. Nunca se lo dije a mi familia, pues me da apuro hablar de estas cosas, pero sentí un enorme vacío en mi vida los meses posteriores. De aquella, y hoy día a veces también, interiorizaba el dolor, me lo guardaba todo, y creo que ese fue uno de los detonantes de lo que ocurriría los años posteriores.