viernes, 2 de marzo de 2018

Quién soy 6: Promesas

Comienza el año 2015, una espesa capa de nieve cubre las calles. Poco más recuerdo de aquel frío invierno, demasiada nieve, manchada con mi sangre por última vez. Mi madre había descubierto las marcas de mis brazos, y asustada quiso saber por qué llegué tan lejos, el motivo que me llevó a hacerme tanto daño. No supe explicarlo, simplemente me quedé blanco, odiando mi ser una vez más por haber conseguido dañar a mi madre cuando lo único que quería era hacerme daño a mi mismo. Pero llegó el día, 14 de enero. Estuve hablando largo y tendido con una amiga, explicándole todo. Me hizo prometer que jamás volvería a hacerlo, que no volvería a cortarme y llenarme de sangre. La gente que me conoce bien sabe cómo soy con las promesas, hago muy pocas porque siento que pase lo que pase debo cumplirlas. Aquella fue una de ellas, y a día de hoy no puedo estar más agradecido por haber prometido algo. Así que esa misma tarde salí de casa, con la cuchilla que utilizaba para autolesionarme. Di un largo paseo por la nieve, y en un lugar apartado del pueblo, me deshice de aquel objeto que había hecho aquellas horribles marcas en mi piel. Di media vuelta, y no volví la vista atrás ni una sola vez.
Poco recuerdo de aquella primavera. Los recuerdos se mezclan y es difícil tener en mente un momento concreto. Ese año yo estaba cursando primero de bachillerato, por primera vez. No estaba a gusto en el instituto. Me sentía mal, fuera de lugar, y las ganas de largarme de allí para siempre aumentaban cada día más. Pero no podía hacerle eso a mi familia, bastantes problemas causa ya el hecho de tener a alguien emocionalmente inestable en casa. Aunque no culpo a nadie, pues si mi familia hubiese sabido en aquel momento cómo estaba realmente, habría vuelto a ver a la psicóloga, o me habría mudado por mi propio bien. No, apenas sabían una pequeña parte de todo lo que me sucedía, de cómo estaba realmente. Así que después de darle muchas vueltas encontré una solución. Quería repetir curso, a propósito. A mi madre no le hizo mucha gracia la idea, pero yo sé que en el fondo ella sabía que era lo mejor para mi. Quiero recalcar que mis compañeros de clase de entonces no tienen culpa de que tomase aquella decisión, simplemente me encontraba en un lugar en el que creía no encajar bien y no me sentía muy cómodo. Nunca quise culpar a nadie de una batalla que, a fin de cuentas, se libraba en mi cabeza.
Llegó el verano por fin, y mis notas eran las esperadas, la mayoría suspensos que no tenía en mente recuperar, seguía con mi idea de repetir curso. Aquel verano, no voy a mentir, fue uno de los mejore que recuerdo. Hice un nuevo grupo de amigos y amigas gracias a Almudena. La verdad es que no se lo decía mucho, pero junto con Irene, fue un gran apoyo para mi todos aquellos meses. Curiosamente en ese grupo de amigos, se encontraba un chico con el que me llevaba especialmente bien. Hablábamos mucho y nos gustaba pasar tiempo juntos. Ese verano empezamos a salir. Estaba entusiasmado, y muy nervioso, pues era la primera vez que salía con un chico, además teniendo en cuenta que apenas hacía un año que había salido del armario. Y como todos los amores de verano, fue algo tan fugaz como intenso. Llegó septiembre y él tuvo que regresar a casa, lejos, pero eso no impidió que siguiésemos juntos. Lamentablemente en el mes de octubre rompimos, y aunque en aquel momento no me diese cuenta, le dolió tanto a él como a mi. Afortunadamente a día de hoy seguimos siendo amigos.
Nos adentramos por fin en otoño. El 12 de octubre de ese año un grupo de amigos y amigas en el que yo estaba, cumplía un año. Para mucha gente era una tontería, personas con los mismos gustos y aficiones que tú que has conocido a través de un grupo de whatsapp. Yo les sigo considerando mi familia, porque gracias a ese grupo soy el Abel que soy ahora. También tengo que destacar que mejoré mucho mi estancia en el instituto. Al repetir curso me tocaba ir a clase con mi hermana, pero no era algo que me preocupase, sino todo lo contrario. También estaba en esa clase mi amiga Mónica, con la que estreché aún más lazos y consiguió que esos meses tan turbulentos se me hiciesen más llevaderos. Estaba a punto de acabar el año, y todavía no tenía ni idea de las sorpresas que me depararía el 2016.