martes, 23 de diciembre de 2014

Nunca te des por vencido

"Haz que una de tus sonrisas valga más que miles de tus lágrimas." Es una frase bonita, o al menos lo era, antes de que dejara de creer en ella. Tardé mucho en entender su significado, y cuando por fin pude entenderlo, comprendí que aquella frase no estaba hecha para mi. Aunque, ahora que lo pienso, puede que si, pero sólo le veo el sentido cuando esa sonrisa ilumina mi rostro. No es algo que ocurra a menudo, pero esos breves instantes son los que me hacen pensar, que valió la pena.
Estar destrozado, hundido, perdido, aislado y triste, es algo que no puedo evitar. Soy así, mi naturaleza es así, me afectan demasiado las cosas. Pero eso no es siempre algo malo. También disfruto con más intensidad los momentos felices, aunque ahora escaseen en mi vida. Y yo, de verdad que me sorprendo cada vez que estoy hecho una mierda, como es el caso. Es que, no para de aparecer gente apoyándome, animándome y haciendo cualquier cosa por poder verme sonreír. Eso... eso es algo que no se compra con dinero, algo que vale más que cualquier bien material. Y quiero agradecer a toda esa gente todo lo que hacen por mi, día a día. Algunos sin siquiera hablarme consiguen hacerme feliz. De verdad, os lo agradezco a todos, familiares, amigos, conocidos e incluso gente que ni si quiera me conoce se preocupan por mi. Ni viviendo mil veces podría merecer todo lo que tengo. Por eso, cuando estoy mal, el echo de que tanta gente se preocupe por mi me pone peor. Porque yo lo último que quiero es ver mal a una persona por mi culpa. Pero también es verdad, que gracias a todas esas personas, y a mi poca fuerza de voluntad, soy capaz de seguir adelante, día a día, triste o contento, alegre o enfadado, cansado o con energías, siempre hay alguien ahí para decirme "se fuerte, no te rindas, estamos contigo." Y me hace gracia que siempre me digáis "vales mucho, eres un chico increíble, hay poca gente como tú." Porque sinceramente, yo no hago nada del otro mundo para recibir tantos halagos.
He sufrido mucho estos últimos tres meses, más de lo que me gustaría admitir, y creo que si no llega a ser por vuestro apoyo, hace tiempo que me habría dado por vencido. Esta no es solo mi vida, también es vuestra. Gracias por hacerle ver a este loco adolescente que todo lo malo pasa, pero lo bueno queda ahí, y nunca se va. Gracias por enseñarme que nunca hay que darse por vencido.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Oscuros secretos

Sólo y asustado, así se sentía él, con miedo de seguir pero sin fuerzas para quitarse de en medio.
Nunca fue fácil. Siempre había sido ignorado, incomprendido. "No te preocupes" o "no es para tanto" eran las típicas frases de las que ya estaba harto. ¿Qué sabían los demás cómo se sentía? Todos tenemos oscuros secretos, secretos tan fuertes que ni un alma conoce, y que, por nuestro bien, debemos llevarnos a la tumba. Pero, como todo lo que no es contado, los secretos pesan, y duelen. Vivir con algo que ha ocurrido, y no poder contárselo a nadie, es algo aterrador.
La vida de este chico era dura ya de por sí, pero cargar con aquellos secretos solo hacía que empeorar las cosas. Porque aquellos secretos no eran ninguna broma. Lo que él tenía claro, es que esos secretos jamás serían contados. Si salieran a la luz, podría incluso ir a la cárcel. No, él sabía que contarlo no solucionaba nada. El pasado no se puede cambiar. Tendría que vivir con ello toda la vida, por mucho que eso pudiera pesarle.
Pero en estos momentos era el presente y no el pasado lo que le preocupaba. Había hecho llorar a su madre, la mujer que le dio la vida. No fue intencionado. Se iba a duchar cuando su madre le vio el brazo, lleno de cortés. Le preguntó qué era aquello. Él se quedó en blanco, no supo qué contestar. Su madre se fue llorando a la habitación. El pobre muchacho se metió en la bañera, se sentó, y llorando mientras en agua le caía en la cabeza solo podía pensar en una cosa: dolor.
Al día siguiente le explicó a su madre que esos cortes se los había hecho cuando le dio un ataque y no pensó en lo que hacía. La prometió que no lo volvería a hacer, pero se estaba mintiendo a sí mismo.
Quería encontrar una razón lógica de por qué hacía eso, pero no había razón alguna. Y si la había, no era consciente de ella.
Pasaron las semanas, y con ellas aumentaron los problemas. Él era débil, y falló a su promesa. Todo se le vino encima de repente. Ya ni siquiera le relajaba ver cómo corría la sangre por su brazo, ya no sentía dolor, solo angustia y amargura.
Intentaba fingir delante de la gente, pero era incapaz. En ocasiones, y sin saber por qué, se ponía a llorar en medio de una clase, o caminando por la calle. En casa era distinto. No quería que sus padres le vieran así, y cada vez que empezaba a llorar se encerraba en el baño.
Creía que con tantos problemas ahora se habría olvidado de los pasados. Pobre iluso. "Los oscuros secretos nunca deben ser desvelados." Esa frase le venía a la cabeza cada vez que se acordaba de su pasado. No es tan fácil olvidarse de ciertas cosas, y menos si eres la única persona que lo sabe.
Escribir sobre ello ayuda, pero no contarlo todo. Siempre nos guardamos algo, algo que va a parar a nuestros oscuros secretos, y que nunca jamás saldrá de ahí.