miércoles, 10 de diciembre de 2014

Oscuros secretos

Sólo y asustado, así se sentía él, con miedo de seguir pero sin fuerzas para quitarse de en medio.
Nunca fue fácil. Siempre había sido ignorado, incomprendido. "No te preocupes" o "no es para tanto" eran las típicas frases de las que ya estaba harto. ¿Qué sabían los demás cómo se sentía? Todos tenemos oscuros secretos, secretos tan fuertes que ni un alma conoce, y que, por nuestro bien, debemos llevarnos a la tumba. Pero, como todo lo que no es contado, los secretos pesan, y duelen. Vivir con algo que ha ocurrido, y no poder contárselo a nadie, es algo aterrador.
La vida de este chico era dura ya de por sí, pero cargar con aquellos secretos solo hacía que empeorar las cosas. Porque aquellos secretos no eran ninguna broma. Lo que él tenía claro, es que esos secretos jamás serían contados. Si salieran a la luz, podría incluso ir a la cárcel. No, él sabía que contarlo no solucionaba nada. El pasado no se puede cambiar. Tendría que vivir con ello toda la vida, por mucho que eso pudiera pesarle.
Pero en estos momentos era el presente y no el pasado lo que le preocupaba. Había hecho llorar a su madre, la mujer que le dio la vida. No fue intencionado. Se iba a duchar cuando su madre le vio el brazo, lleno de cortés. Le preguntó qué era aquello. Él se quedó en blanco, no supo qué contestar. Su madre se fue llorando a la habitación. El pobre muchacho se metió en la bañera, se sentó, y llorando mientras en agua le caía en la cabeza solo podía pensar en una cosa: dolor.
Al día siguiente le explicó a su madre que esos cortes se los había hecho cuando le dio un ataque y no pensó en lo que hacía. La prometió que no lo volvería a hacer, pero se estaba mintiendo a sí mismo.
Quería encontrar una razón lógica de por qué hacía eso, pero no había razón alguna. Y si la había, no era consciente de ella.
Pasaron las semanas, y con ellas aumentaron los problemas. Él era débil, y falló a su promesa. Todo se le vino encima de repente. Ya ni siquiera le relajaba ver cómo corría la sangre por su brazo, ya no sentía dolor, solo angustia y amargura.
Intentaba fingir delante de la gente, pero era incapaz. En ocasiones, y sin saber por qué, se ponía a llorar en medio de una clase, o caminando por la calle. En casa era distinto. No quería que sus padres le vieran así, y cada vez que empezaba a llorar se encerraba en el baño.
Creía que con tantos problemas ahora se habría olvidado de los pasados. Pobre iluso. "Los oscuros secretos nunca deben ser desvelados." Esa frase le venía a la cabeza cada vez que se acordaba de su pasado. No es tan fácil olvidarse de ciertas cosas, y menos si eres la única persona que lo sabe.
Escribir sobre ello ayuda, pero no contarlo todo. Siempre nos guardamos algo, algo que va a parar a nuestros oscuros secretos, y que nunca jamás saldrá de ahí.

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