Comienzo
el año con la misma ilusión con la que lo acabé, apenas ninguna. Me había
alejado de mis amigos, y me sentía mal conmigo mismo, para qué variar. Pero
poco a poco iba mejorando, y notaba que las ganas atroces que tenía de acabar
con mi vida disminuían con el paso del tiempo. La primera sorpresa que me llevé
ese año fue en carnaval, coincidiendo cerca de la fecha de mi cumpleaños. Mi
amiga Mel vino a visitarme desde Albacete, para pasar unos días conmigo. Me
hizo mucha ilusión esa visita, además teniendo en cuenta que es una de las
personas especiales que comencé a conocer aquel doce de octubre de 2014.
También tengo que decir, que es uno de los cumpleaños más felices que recuerdo,
pues por fin estaba a gusto con mi familia y mis amigas. No faltaron las burlas
sobre cumplir 18 años e ir a la cárcel, y aunque fuese el chiste más viejo y
malo del mundo, por alguna extraña razón a mi me hacía gracia.
De
repente comenzó marzo, y ocurrió algo por lo que a día de hoy sigo dando las
gracias. Llevaba unas semanas hablando con un chico al que aún no conocía en
persona. Me moría de ganas por conocerle, así que un día me armé de valor y le
dije que si nos podíamos ver en persona. Él era de Segovia y yo de León, de modo que quedamos en un punto intermedio, Valladolid. Yo estaba hecho un manojo de
nervios, y aunque en aquel momento no lo supiera, el 6 de marzo conocería a
alguien que se convertiría en una de las personas más importantes de mi vida. Titubeando,
y ansioso por saber su respuesta, le hice la pregunta, la gran pregunta. A lo
que él me respondió sí, que quería salir conmigo. Y así fue como empezó nuestra
historia.
Los
meses siguientes fueron un poco raros. A mi manojo de dudas respecto a mi
bienestar se le sumaba el hecho de que estaba comenzando una relación a
distancia con alguien a quien veía poco y que además tenía 15 años más que yo.
Afortunadamente mi madre y mi padre dieron el visto bueno a la relación, no sin
antes conocerle. A pesar de la distancia y de mi situación, la relación
avanzaba, y con ella mis ganas de ser feliz. Desgraciadamente no todo dependía
de estar bien en pareja, y hay cosas que por mucho que se quiera, no pueden
evitarse.
A
este año se le suma otra sorpresa más, una que llevaba años ansiando. A finales
del mes de mayo pude asistir al concierto de Coldplay que se celebró en
Barcelona. Como bien sabrá cualquier persona que me conozca, es mi banda de
música favorita, y sus canciones me han acompañado en muchos momentos clave de
mi vida. Si tengo que dar las gracias por algo más, es a ellos por haber hecho
de su música una inspiración para mí, un modelo de vida con canciones que me
marcarán para siempre. Dos horas de música en directo que disfruté como si
fuese el mayor regalo que alguien pudiese hacerme. Sin duda fue una motivación
enorme para mi autoestima asistir a aquel concierto.
Aquel
verano es uno de los pocos que recuerdo bien. Quizá no fuese tan feliz como el
anterior, pero no fue un mal verano. Parecía que esta vez iba en serio, que las
cosas cambiaban a mejor. Tales eran mis ilusiones que en octubre grabé un vídeo
hablando de la depresión, y de cómo pude superarla. Siento comunicarle a todo el
mundo que aquello era mentira. A pesar de haber ayudado a algunas personas con
aquel vídeo, la idea de que por fin había superado la depresión era totalmente
falsa. Si es verdad que mi autoestima había mejorado, pero no así superando
aquella enfermedad que me seguiría atormentando posteriormente. Acabé el año
con altibajos, pero bien, contento, y aparentemente feliz. Iluso y ensimismado
pensé que aquello podría ser real, que podría ser feliz de verdad. Pero el año
2017 me hizo replantearme muchas cosas, y no todas por primera vez, como llegó
a ser mi propia vida.