Buenos días queridas lectoras y lectores. Me he ausentado durante muchos meses, y siento no haber dedicado a la escritura tanto tiempo como me gustaría, pero aquí estoy de nuevo. Ante todo, espero que estéis bien y con salud, son tiempos complicados los que nos ha tocado vivir, pero con precaución y colaboración saldremos de esta.
Hoy vengo a hablaros de algo que no tiene mucho que ver con la pandemia, pero se ha vuelto a poner el tema sobre la mesa durante los meses de aislamiento. Como sabréis, por experiencia propia lamentablemente, tener que estar aislado en tu propia casa no es fácil, menos aún si vives en un pequeño piso o apartamento en la ciudad. Este hecho ha vuelto a abrir la brecha una vez más entre las ventajas y desventajas de vivir en un pueblo. Fueron muchas las familias que aprovecharon los meses de confinamiento para huir a los pueblos, donde estarían más tranquilas y lejos de los grandes focos de contagio. El aumento de empresas que optaron por el teletrabajo durante ese periodo de tiempo también fue crucial para aquellas familias que tomaron la decisión de mudarse tranquilamente durante un tiempo prolongado. Como consecuencia, mucha gente se ha vuelto a plantear lo que supondría mudarse a estas pequeñas localidades como modo de vida, y no solo durante la época estival. A pesar de parecer una buena noticia, esto ha provocado que se ponga el foco en las dificultades que supondría para muchas personas vivir en su pueblo, problemas que analizaré de forma breve a continuación.
Uno de los grandes problemas en las rozas rurales es la falta de comunicación. En la mayoría de ellos no existe ningún tipo de transporte público que conecte varias localidades, y en aquellas en las que hay autobuses o trenes, las líneas son escasas e inestables, lo que reduce la movilidad y obliga a sus habitantes a utilizar transporte individual. Pero incluso la movilidad en vehículos es complicada en zonas donde las carreteras no están asfaltadas y son estrechas y peligrosas. Para solucionar este importante problema las administraciones competentes (ayuntamientos, diputaciones y CC.AA) deberían llevar a cabo planes de mejora en los servicios de transporte público y calzadas, mejorando la calidad de vida de las zonas rurales. Pero el problema de la comunicación también se encuentra en la falta de cobertura de cientos de localidades, donde las telecomunicaciones tienen una calidad ínfima, y muchas viviendas no tienen acceso a internet o teléfono más allá de una red fija. Afortunadamente cada vez son más los ayuntamientos que están luchando para solventar estas dificultades y que el acceso a las redes de comunicación sea libre para todos los vecinos.
Como he dicho anteriormente, cada vez más empresas tienen en cuenta el teletrabajo como una opción del ámbito laboral, lo que facilitaría la movilidad de muchas familias hacia los pueblos. Pero muchos municipios carecen de espacios públicos que puedan acoger a trabajadores que quieran teletrabajar desde una oficina rural, lo que podría solventarse adaptando algún edificio público como oficinas para el teletrabajo en las zonas rurales, una alternativa atractiva para muchos trabajadores. Actualmente existen algunas asociaciones que fomentan este tipo de prácticas con el fin de fijar población en algunos municipios.
Pero los pueblos afrontan además un problema aparte que dificulta la fijación de población, la vivienda. A menudo la gente que busca un nuevo hogar se enfrenta a precios desorbitados, muy similares a los que podrían encontrar en la ciudad, por lo que deciden instalarse en las grandes urbes. Con algunos alquileres de locales suele pasar algo parecido, lo que dificulta encontrar ventajas en el entorno rural para los pequeños emprendedores que desean crear trabajo en pequeñas localidades, pero no siempre lo consiguen. Este problema sería fácil de solucionar si mucha gente se diese cuenta de que no puede exigir el mismo precio y las mismas cosas en un pueblo que en una ciudad, pues esto solo ahuyentará a las personas que tienen dificultades para echar raíces en el mundo rural.
Podría seguir largo rato narrando los problemas que aún asolan a los pequeños núcleos de población de nuestro país y dificultan ya no solo la llegada de nuevos habitantes, sino la estabilidad de los que ya viven en ellos. Pero espero que lo poco que he expuesto sea suficiente para que nos demos cuenta de que nos encontramos ante una grave situación que amenaza con hacer desaparecer el mundo rural. Para finalizar, y como conclusión, creo que la única forma de afrontar esta situación es la colaboración entre las personas y sobretodo las instituciones administrativas, quienes tienen competencia suficiente para abordar estos problemas y mejorar nuestra calidad de vida. Solo espero que rememos juntos en la misma dirección, y podamos ver dentro de no muchos años un crecimiento vegetativo positivo en la mayoría de núcleos rurales.
Hay otro problema que en el caso de Castilla es un muro alto y fuerte para los que vivimos en pueblos y siempre hemos buscado esta vida rural aunque trabajamos en la ciudad. Me refiero al caciquismo que frena El Progreso en los pequeños núcleos urbanos, esos que hacen que en los plenos del Ayuntamiento se vote a no asfaltar carreteras o no permitir nuevos edificios que no sean exclusivamente del pueblo. En fin, estás reminiscencias de un pasado polvoriento están haciendo que muchos núcleos rurales tiendan a quedarse anclados en el siglo pasado, sin adoptar medidas de cofort para los habitantes de sus núcleos. Esperemos que esta tendencia desaparezca y podamos disponer de infraestructuras suficientes.
ResponderEliminarGracias por hacernos recapacitar