Todo empezó en 2010, o como lo llamo yo a veces, el
año maldito. Maldije aquel año por varios motivos. El primero y
peor de todos fue, el incidente. Ni si quiera me acuerdo si fue aquel
año, pero es algo de lo que me arrepentiré el resto de mi vida.
Creo que nunca hablé de ello, tal vez a una persona, pero es algo
que prefiero no recordar. En junio de ese maldito año, murió mi
abuela, algo que me llevó tres dolorosos años asumir. Pero,
desgraciadamente, la pesadilla no había hecho más que comenzar. En
septiembre empezaría el instituto, sí, el mismo instituto que
tantas veces he aborrecido y del que me ha costado siete largos años
salir. Tenía asumido que no sería fácil, y efectivamente, fue una
mierda. Si ya en el colegio me sentía solo, allí mucho más. Todo
el mundo era mayor que yo, había grupos de gente, de amigos... Quizá
era pronto para decir que yo tenía alguno. Si es verdad que había
gente con la que me llevaba bien, pero no era lo mismo. Dejé de
celebrar mis cumpleaños, no me sentía cómodo desde hacía tiempo
con ello. Cumplir años, sin tener nada que celebrar. En el fondo
entendía que tuviese que estar solo, pues yo mismo me consideraba
raro de aquel entonces. Si bien lo normal (no sabéis cuánto odio
esa palabra) era que la gente de mi edad jugase al fútbol y hablase
de videojuegos, a mi me gustaba más la lectura, y no encontraba
nadie con quien compartir aficiones. Por si fuese poco ese año
empecé a descubrir mi sexualidad y explorar mi cuerpo. Me empecé a
masturbar (parece algo fuera de lo común, y no entiendo por qué
sigue siendo un tema tabú) y me di cuenta que a mi realmente me
excitaban los hombres. En esa época sentía que estaba confundido,
aunque efectivamente no lo estaba, era homosexual, me gustase o no.
Tenía mucho miedo, pues sabía perfectamente que la gente no lo
vería bien, ya que los chicos de mi edad siempre hablaban de que
tenías que fijarte en las chicas etc. Pasé años ocultando mi
verdadera personalidad, por miedo, pánico a que pudiese pasarme algo
más grave que ser rechazado. Y llegamos al final de este fatídico
año, con una desgracia más. Mi tío, el padrino de mi hermana y al
que yo tenía de referente como si fuese mi abuelo, llevaba meses
enfermo, y a finales de diciembre, murió. No me sorprendió tanto
como la muerte de mi abuela, pues la suya fue repentina mientras que
la de mi tío se veía venir. Pero dolió igual. Nunca se lo dije a
mi familia, pues me da apuro hablar de estas cosas, pero sentí un
enorme vacío en mi vida los meses posteriores. De aquella, y hoy día
a veces también, interiorizaba el dolor, me lo guardaba todo, y creo
que ese fue uno de los detonantes de lo que ocurriría los años
posteriores.
Yo todavía no he "superado" que no esté mi abuela, me hace tanta falta en momentos difíciles. Me pongo tan triste que me sumo en recuerdos y lloro sin darme cuenta.
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