domingo, 22 de julio de 2018

Quién soy 9: Conmigo hasta el final

1 de enero de 2018, la felicidad me abrazaba como una vieja amiga a la que hacía mucho tiempo que no veía. Un gran comienzo de año, rodeado de quienes más me querían. Este iba a ser mi año, todo iba  a cambiar. Tal era mi estado de euforia, que no supe ver lo que se avecinaba. Me gustaría decir que mis demonios internos ansiaban volver, pero no era así, nunca se habían ido. Despertaron en mi una sensación terriblemente familiar, que me llevaría a adentrarme en la estrecha línea que separa la vida de la muerte, por última vez. 
Durante el mes de enero tuve mis primeros exámenes en la universidad, algo que tampoco me preocupaba demasiado. Pero esa misma semana me llamaron del hospital, tenían que operarme de algo sin importancia. Así que eso hice, no le di mucha importancia. Desgraciadamente los meses posteriores a la operación no fueron muy fáciles de llevar. Tenía que depender de los demás para muchas cosas, y a penas podía hacer cosas por mi cuenta. Teniendo en cuenta que me considero una persona bastante independiente y que no me gusta que la gente se tenga que molestar demasiado en ayudarme, aquello me hizo sentir un poco inútil. Esa sensación de no poder hacer nada por tu cuenta, incluso sabiendo que no era culpa mía, en cierto modo me entristecía. 
Llegó febrero, mi mes favorito, y con él mi cumpleaños. Una fecha a la que le doy demasiada importancia, y más aún desde el anterior once de febrero. Uno de los meses más fríos del año que trajo consigo unas nubes ennegrecidas, posándose sobre mi ya enferma cabeza. Una sensación nada comparable con aquella añorada felicidad de comienzos de año. A la situación complicada que estaba viviendo se le sumaron aún más problemas, que estallaron como si de fuegos artificiales se tratase, y no fui capaz de controlar. Aunque me encontré con un dilema mayor, que me costó tiempo asimilar. Llevaba meses viviendo fuera, en una ciudad lejos de mi familia. Y aunque volviese al pueblo en vacaciones, en el fondo no sentía nada por volver, sabía que no era feliz, y era incapaz de expresar ese sentimiento, en parte de culpa, por no querer regresar a casa.
Durante las semanas posteriores a mi cumpleaños lo pasé realmente mal, pero en silencio. La depresión me estaba consumiendo cada día más, y no veía ningún cartel de salida. De modo que un día, ya bien entrado el mes de marzo, no pude más y decidí crear mi propio cartel de huida, sabiendo que una vez lo utilizase no podría volver. Me hallaba entonces de nuevo en medio de aquella maldita línea, a punto de cruzarla. Pero sin saber cómo, algo me impedía hacerlo. Sin duda estaba muy decidido, pero algo en mi interior quería salir, y era más fuerte que todo aquello. Un diminuto atisbo de esperanza me empujaba a evitar que hiciese algo que mi cabeza me ordenaba. Finalmente comprendí que no debía cruzar la línea, no así.
Pasaban las semanas y mi estado mental no mejoraba. Hastiado, disgustado y sin saber qué me pasaba exactamente, hice algo que agradezco enormemente haber hecho. Después de meses, años, di el gran paso, y a principios del mes de mayo contacté con una psicóloga. Tenía un dinero ahorrado para cuando lo necesitase, y aquel fue el momento perfecto. Invertir ese poco dinero en intentar sanar una enfermedad tan peligrosa e inestable, ha sido una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. A día de hoy, y después de unas cuantas semanas de terapia, no puedo decir que haya sanado del todo, pues eso lleva su tiempo, pero sí he mejorado y avanzado mucho, y es algo de lo que me siento realmente orgulloso. 
Finalmente, y después de trece duros meses escribiendo y recordando, he conseguido redactar mi historia. No ha sido nada fácil, he tenido que rememorar momentos muy duros de mi corta vida, enfrentarme a mis propios demonios, y lidiar con cosas que ahora simplemente se convertirán en recuerdos de un pasado tormentoso. Tal vez algunas personas piensen que es una locura haber contado todo esto. Al contrario. Haber plasmado todos estos años de depresión por escrito me ha fortalecido aún más, y me ha ayudado a superar en cierto modo una situación que desgraciadamente sufren miles de personas cada día. Por eso creo que en este tipo de circunstancias es fundamental no callarse, expresarse, e intentar sacar fuerzas de donde no las hay. Porque siempre hay un faro para cada barco extraviado, aunque muchas veces no seamos capaces de ver esa luz. 
Gracias a todas aquellas personas que han permanecido a mi lado, han sabido comprenderme en este duro viaje, y han creído siempre en mi. Pero sobretodo gracias a la esperanza y la fuerza, que siempre estarán conmigo hasta el final. 


1 comentario:

  1. Ha sido muy duro leer todo esto, pero como bien dices ha valido la pena que sepamos como eres tú. Y sé que hay una posibilidad que puedas curarte y nunca recaigas en la mala droga como se diría, porque es lo peor. Hay que ser fuerte, y no tener espíritus merodeando por la cabeza, hay que estar en calma. Se que no soy buena en estas cosas ni menos experta para ayudarte, pero si escucharte. Aunque solo te lea por aquí. ❤

    ResponderEliminar