miércoles, 30 de enero de 2019

Recuérdame

Laura, Estela, Gabriela, Carmen, Luisa… Eran algunos nombres por los que a veces la llamaba su abuela. Algo común en personas de su edad, pensó ella. La verdad es que Adela era la nieta que toda abuela querría tener, tan atenta, tan simpática. Acompañaba a su abuela a misa, a pesar de no creer en ningún tipo de religión, iba a visitarla muy a menudo, tenía charlas interminables con ella… Incluso se mostraba siempre feliz en su presencia, ocultando su preocupación por aquella palabra que no se atrevía a pronunciar. A pesar de tener tan solo 16 años, Adela era consciente de que aquel problema, tarde o temprano, iría a más. Todo empezó por culpa de aquel dichoso paño de cocina. A nadie se le ocurriría pensar que algo tan insignificante podría ser un determinante para detectar, más bien intuir, un problema tan serio. 

Aquella tarde Adela encontró en la calle, cerca de la puerta, el paño de cocina. Extrañada lo recogió, pensando que se le habría caído a su abuela sin darse cuenta. Esa tarde el cielo estaba mustio, parecía que en cualquier momento comenzaría a llover, sin embargo, la tormenta se desencadenó en aquella cocina.

—Abuela, se te debió caer esto en la calle —le dijo Adela con tono tranquilo.
—Mentira, lo dejé en la cocina —respondió su abuela bruscamente.
—No abuela, estaba en la calle —repitió Adela, esta vez algo preocupada.
—¡He dicho que estaba en la cocina, niña impertinente! —

El silencio se hizo por toda la casa en un instante. En sus dieciséis años Adela jamás había visto a su abuela enfadada. Tal fue su reacción, que tuvo que irse corriendo al servicio para llorar a solas. No entendía qué estaba pasando, quién era esa mujer que la había gritado en la cocina, pues se negaba a admitir que era su propia abuela. Desgraciadamente, no tardó mucho en enterarse de lo que se avecinaba. Al día del paño de cocina le sucedieron el día de las pastillas en el suelo, el día de los grifos abiertos, y la gota que colmó el vaso, el día que a su abuela se le olvidó apagar la cocina de gas. Suerte de la Felisa, su abuela, que una vecina olió algo raro y fue corriendo por si había pasado algo.

Pasaban los días y Felisa no mejoraba, por lo que finalmente los padres de Adela decidieron llevarla a una residencia especializada en casos similares, casos sobre aquella palabra maldita, Alzheimer. La pobre adolescente a veces se echaba la culpa de todo aquello, creía ser la responsable de que comenzase la pesadilla de su abuela, si no hubiese dicho nada sobre aquel dichoso paño de cocina… Tardó un tiempo en comprender que aquella enfermedad se habría apoderado de Felisa igualmente, de un modo u otro.

Un día su abuela enfermó. Ya hacía varias semanas que no podía andar, y a penas se acordaba de comer, a pesar del empeño de las enfermeras que cuidaban de ella. Aquel día Adela fue a visitar a su abuela, como solía hacer muchas tardes, a pesar de que apenas era capaz de reconocerla. Cruzó las puertas de aquella residencia con una sonrisa en la cara, sin saber que aquella sería su última visita.

—Buenos días abuela —dijo Adela al entrar en la habitación. No obtuvo respuesta, aunque tampoco la esperaba, pues la mayor parte del tiempo Felisa no hablaba.
—Sé que no te acuerdas, pero hoy es mi cumpleaños, cumplo diecisiete. Mamá y papá querían llevarme a comer por ahí, pero les he dicho que mi regalo de cumpleaños sería pasarlo contigo, espero que no te importe —le susurró al oído.

Adela pasó la tarde entera con su abuela, leyendo el que fuera el libro favorito de Felisa en su juventud, Fuenteovejuna. Pero al llegar el ocaso, una enfermera entró en la habitación, advirtiendo a la joven de que ya era hora de irse. Pero justo antes de levantarse notó que alguien agarraba su muñeca. Felisa hizo un gesto a su nieta, a fin de que se acercase a ella. Cuando el oído de Adela estaba lo suficientemente cerca de sus labios susurró "feliz cumpleaños", y con la tranquilidad con la que un pájaro se posa en una rama, cerró los ojos y no despertó.


miércoles, 16 de enero de 2019

Ayuda psicológica

Buenos días queridas lectoras y lectores, hoy vengo a daros una muy buena noticia, además de hablar sobre un tema que considero muy importante. Como algunas personas ya sabréis, llevaba casi un año yendo a terapia con una psicóloga excelente, que me ha ayudado muchísimo los últimos meses. Pues bien, después de un largo tiempo, con su ayuda y mi gran implicación para abarcar los problemas que me llevaron a pedir auxilio, finalmente me ha dado el alta. Hemos llegado a la conclusión de que estoy mucho mejor, y prácticamente recuperado de los estragos que causó en mi la depresión durante tantos años. Y es que, aunque ahora hable de ello con total normalidad, no os podéis imaginar lo feliz que estoy, y la importancia que tiene el hecho de que, después de muchos años sufriendo una enfermedad que casi acaba con mi vida, al fin pueda decir con orgullo que estoy bien, de verdad. No puedo evitar sentir tal emoción, las lágrimas que brotan de mis ojos en este instante lo demuestran, incluso mis seres queridos me han dicho varias veces recientemente que han notado mucho el cambio, y que se sienten orgullosos de mí y de mi progreso. 
Es por ello que, después de daros esta maravillosa noticia, quiero hablar sobre la gran importancia que tiene el hecho de pedir ayuda psicológica. Siempre se le ha dado gran importancia a las enfermedades físicas, operaciones quirúrgicas, y sanidad en general. Pero tendemos a tratar los problemas psicológicos y psiquiátricos como un tabú, sin llegar si quiera a pensar que tienen la misma importancia que la salud física, puede que incluso mayor en algunos casos. A lo largo de la historia, se ha tratado a las personas con este tipo de problemas, como parásitos sociales que había que aislar de la población “normal”. Afortunadamente en la actualidad hay innumerables estudios que demuestran la transcendencia de las ramas psicológica y psiquiátrica a la hora de detectar enfermedades y ayudar a las personas con problemas muy comunes. Quizá la reiteración a lo largo de los siglos, hasta hace pocos años, de tratar a las personas como “locas”, es uno de los motivos por los que la gente actualmente siente miedo y rechazo a la hora de pedir ayuda psicológica, cuando en mi opinión, prácticamente cualquier persona necesita ese tipo de ayuda en algún momento de su vida. ¿Acaso no hemos ido todos al médico alguna vez? ¿Por qué tratamos nuestra salud mental de forma diferente a nuestra salud física? Según el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2017 murieron a causa del suicidio 3679 personas en España, aproximadamente unas 10 personas al día. Sin duda es un dato muy alarmante. Creo que es razón más que suficiente para darle a la ayuda psicológica y psiquiátrica la importancia que merece, y acabar de una vez con esos absurdos tabúes.
Por si esto fuera poco, hay una cantidad importante de personas que precisan de ese tipo de ayuda y no pueden costearse un profesional privado. De modo que acuden a la seguridad social, donde, o hay una saturación masiva de este servicio, o recursos muy limitados, pues en la mayoría de los casos te atienden con poca frecuencia o en sesiones insuficientes. Por eso me parece de vital importancia que el gobierno, a la hora de elaborar los presupuestos para sanidad, tenga muy en cuenta este tipo de servicios, para proporcionar ayuda psicológica y psiquiátrica a aquellas personas que la necesitan, y desgraciadamente no pueden permitírsela. Así como también incentivar a las empresas a tener este tipo de recursos a disposición de los empleados, y mejorar también la ayuda en centros de educación primaria, secundaria y universidades. De este modo, es probable que la tasa de suicidios bajase considerablemente, y mejorase la salud y el bienestar de las personas. Porque nos merecemos una sanidad pública, gratuita y de calidad. Y recordad, nunca tengáis miedo de pedir ayuda, vuestra salud es lo primero.



jueves, 3 de enero de 2019

Apertura de comercios en días festivos

Buenos días queridas lectoras y lectores. Como algunas personas ya sabréis, hace unos días realicé y compartí una encuesta sobre la apertura de los comercios en días festivos, con el motivo de conocer las opiniones de distintas personas acerca del tema. Me alegra saber que han colaborado un total de 105 personas, todo un logro teniendo en cuenta que sois pocas personas las que leéis y disfrutáis de mis publicaciones. Antes de realizar la encuesta, estas personas debían especificar su sexo, rango de edad, y situación laboral. De este modo podremos analizar los resultados desde distintas perspectivas.
El cuestionario constaba de cinco preguntas, a las que se podía responder afirmativa o negativamente, a excepción de la pregunta 4, que se mostrará a continuación. De las 105 personas encuestadas, el 54,3% eran hombres, y el restante 45,7% mujeres. En cuanto a la edad, tan solo un 1% era menor de edad, un 55,2% tenía entre 18 y 25 años, un 33,3% entre 26 y 45 años, y el restante 10,5% entre 46 y 65 años. Finalmente, si nos referimos a la situación laboral, tanto los estudiantes como las personas que trabajan, pero no en comercios, representan un 37,1% cada uno. Los desempleados un 16,3% y los trabajadores de comercios un 9,5%.
A continuación, adjuntaré una tabla con todos los resultados para finalmente comentarla, pero antes voy a numerar las cinco preguntas realizadas en el cuestionario:
1. ¿Estás a favor de que los comercios abran en días festivos? (Domingos, fiestas municipales/nacionales...)
2. ¿Crees que es NECESARIO (independientemente de tu respuesta anterior) que un comercio abra esos días?
3. ¿Alguna vez has ido a comprar algo, que realmente no necesitabas con urgencia, a un comercio un día festivo?
4. En caso de que los comercios abriesen días festivos, ¿qué tipo de jornada verías adecuada para esos días?
5. Finalmente, ¿estarías dispuest@ a anteponer el bien común de la clase trabajadora a tus caprichos y necesidades individuales?

Preg 1
Preg 2
Preg 3
Preg 4
Preg 5
No
No
No
Media
Completa
No
Hombres
38,6%
61,4%
29,8%
70,2%
57,9%
42,1%
80,7%
19,3%
73,7%
26,3%
Mujeres
37,5%
62,5%
20,8%
79,2%
62,5%
37,5%
91,7%
8,3%
66,7%
33,3%
Menor 18
100%
0%
0%
100%
100%
0%
100%
0%
100%
0%
18 – 25
41,4%
58,6%
24,1%
75,9%
60,3%
39,7%
93,1%
6,9%
63,8%
36,2%
26 – 45
37,1%
62,9%
34,3%
65,7%
62,9%
37,1%
77,1%
22,9%
77,1%
22,9%
46 – 65
18,2%
81,8%
9,1%
90,0%
45,5%
54,5%
72,7%
27,3%
81,8%
18,2%
Desempleados
29,4%
70,6%
5,9%
94,1%
52,9%
47,1%
88,2%
11,8%
70,6%
29,4%
Estudiantes
38,5%
61,5%
23,1%
76,9%
64,1%
35,9%
89,7%
10,3%
66,7%
33,3%
Trabajadores no comercios
33,3%
66,7%
33,3%
66,7%
59%
41%
82,1%
17,9%
76,9%
23,1%
Trabajadores de comercios
70%
30%
40%
60%
60%
40%
80%
20%
60%
40%
General
38,1%
61,9%
25,7%
74,3%
60%
40%
85,7%
14,3%
70,5%
29,5%
Basándonos en la información que aparece en la tabla, podemos comentar los resultados desde tres puntos de vista diferentes:
-En cuanto a la diferencia entre hombres y mujeres, a pesar de obtener resultados similares, podemos apreciar que son más las mujeres que están en contra de la apertura de comercios en días festivos, y no ven necesaria esta práctica, además de preferir mayoritariamente una jornada media en caso de que se produzca. Sin embargo, son los hombres los que estarían más dispuestos a anteponer las necesidades colectivas a las personales.
-Entre las diferentes franjas de edad, destacar primero que la única persona menor de 18 años, a pesar de estar a favor de la apertura de comercios en esos días, estaría dispuesta a anteponer el bien común a sus necesidades individuales. Para el resto de las edades, podemos destacar que las personas de entre 46 y 65 años son las que están más en contra de la apertura de comercios, y no ven prácticamente necesaria esa práctica, además de ser los que más dispuestos estarían a sustituir sus necesidades individuales por las comunes. Sin embargo, en lo referido a la jornada, son los jóvenes de entre 18 y 25 años quienes prefieren mayoritariamente una media jornada para esos trabajadores.
-En cuanto a las diferentes situaciones laborales de las personas encuestadas, son las desempleadas las que prefieren que los comercios no abran en fechas festivas, además de considerar prácticamente que este acto no es necesario. En cuanto a la jornada, los resultados son bastante similares, coincidiendo todos en que sería más adecuada una media jornada. Sin embargo, son los trabajadores de puestos no comerciales los que estarían más dispuestos a renunciar a sus caprichos y necesidades individuales en favor de la mayoría. Hay que destacar notablemente los resultados de las personas que trabajan en comercios, quienes prefieren mayoritariamente trabajar en días festivos, aunque están ligeramente de acuerdo en que no es necesario, y poco más de la mitad estarían dispuestos a sacrificar sus necesidades individuales por un bien común.
Después de haber analizado estos resultados, no me queda más que finalizar exponiendo mis propias conclusiones, que pueden o no coincidir con las suyas. Intentaré ser breve, aunque este tema es tan amplio que se podría escribir un libro entero sobre ello. Yo no considero que la apertura de comercios en días festivos sea necesaria, ni estoy a favor totalmente de ella. En caso de que abriesen, soy partidario de que una media jornada sería más que suficiente, y sí, estaría dispuesto a renunciar a mis caprichos y necesidades personales por un bien común si fuese necesario. Considero que los comercios, hoy día, tienen jornadas amplias durante toda la semana, con varios turnos y horarios muy accesibles, y no veo la necesidad entonces de abrir un festivo para que alguien vaya a comprar algo que podría haber comprado el día antes, o un día después. Creo que la sociedad se ha vuelto muy cómoda, que queremos todo a nuestro alcance en cualquier momento, y que en cierto modo nos hemos vuelto un poco individualistas. Nos dan igual las consecuencias que pueda haber contra terceros mientras obtengamos lo que queremos, y muchas veces no somos conscientes de todo lo que hay detrás de una decisión tan absurda como trabajar un día concreto. Sin embargo, y como reflejan los resultados de la encuesta, hay bastante gente partidaria de trabajar en un comercio un día festivo, seguramente porque sus condiciones de trabajo son adecuadas y reciben la compensación necesaria por realizar su trabajo un día que teóricamente no deberían. Como consumidor, y futuro defensor de los derechos laborales, he dejado mi posición frente a este tema bastante clara. No obstante, siempre que haya un acuerdo consensuado entre empresa y trabajadores, y puedan elegir libremente trabajar un día que no les corresponde a cambio de la compensación adecuada, me parecerá razonable la decisión de abrir ese día.
Para terminar, quiero agradecerle enormemente su colaboración a toda la gente que ha respondido la encuesta, y también a aquellas personas que han querido debatir personalmente sobre este tema, bastante interesante, por cierto. Podéis compartir la publicación, comentar en ella lo que os ha parecido, o debatir sobre este tema educadamente tanto en comentarios de la publicación, como por redes sociales. Muchas gracias por la atención recibida.