Apareció mi sonrisa tras un acto tan simple como
arrancar una hoja del calendario. Ahí estaba, esperándome como cada año, jamás
faltaba a su cita. Nunca supe por qué ansiaba cada año que llegase el 31 de
enero, las 23:59, solo un minuto. La espera fue larga, 11 meses que, por muy
maravillosos que pudiesen ser, no se comparaban con él. Podría decirse que
febrero es mi mes favorito, pero pecaría de simple si lo resumiese solo en eso.
Es cierto que siempre me gustó más que otros meses, y durante mucho tiempo no
supe explicar por qué. Tal vez suene absurdo, pero siempre me he sentido
identificado, en cierto modo, con él.
Nunca entendí el calendario, meses irregulares que
alternaban días, uno más o uno menos, el caso es que sumasen esos 365, y seis
horas, que tiene cada año. Treinta o treinta y uno, así lo quisieron, pero no
para él, su tarea sería más importante, diferente y especial. A él le
encomendaron solamente veintiocho, cuatro semanas perfectas, con sus siete días
cada una, algo maravilloso para un amante de la simetría. Pero, debido a esas
seis horas de más que muchos ignoran al año, el mes más pequeño y especial
tendría la oportunidad de sumar un día más a su calendario, una vez cada cuatro
años. Quizá esa era una de las razones por las que me sentía identificado con
él, siempre me consideré raro, diferente, incluso fuera de lugar. Febrero era
aquel mes que me hacía sentir especial, incluso en épocas en las que me odiaba
a mi mismo.
Pero no fueron solo sus días irregulares los que le
hicieron especial para mí. Está exactamente en medio del invierno, mi estación
favorita. El frío llama siempre a mi puerta en febrero, con suerte rodeado de
nieve, nunca falta. Esa nieve que tan feliz me hace, con la que juego durante
horas como el niño que nunca dejaré de ser. Mi cumpleaños, el undécimo día de
mi mes favorito, pues si la vida es así de curiosa, once son también los meses
que me separan de esa sensación de agrado que me provoca.
Si tuviese que poner un color a los meses, sin duda
febrero sería azul, como el cielo despejado los días posteriores a la nieve, mi
color favorito. Un color frío, como la temperatura que irradia y tan bien le
sienta a mi caluroso corazón. Febrero es frío, azul, especial y nevado, tiene
todo lo que me gusta, y por eso me gusta tanto.
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